La idea de la disipación, elaborada recientemente en ciencias físicas, introduce un concepto nuevo que sitúa al ser en el devenir, reconoce una diferencia entre pasado y futuro y presupone la flecha del tiempo y los procesos irreversibles. Roberto Harari realiza desde la intimidad misma de la práctica del psicoanálisis un original movimiento de captura de estos conceptos. La referencia fundamental para Harari es la del Lacan que él insiste en denominar "último", donde inflexiones y rectificaciones, muchas veces no explícitas, llevan a relativizar alcances conceptuales que muchos sacralizan. Aquí reconoce ideas feraces que hace falta elaborar: lo "desabonado de lo inconciente", lo "autoestructurado", que son, a su entender, otros nombres de las disipaciones de lo inconciente. La cuestión no pasa, en el final de la cura, por normalizar, sino por lograr la invención por medio de la nominación, el nacimiento de un incondicionado. Es una idea que el autor despliega en todo este libro, y tal vez funda una actitud fecunda hacia los maestros: no la repetición estéril de sus tesis, sino su prolongación inventiva.