Una mujer asesina cruelmente a su marido, podría haber sido el titular del algún diario sensacionalista que volviera famoso a un pueblo olvidado. Nadie imaginó jamás que fuera capaz de hacer algo así, habría comentado alguna vecina, más preocupada por estar saliendo en la tele que por las problemáticas profundas escondidas tras la pantalla del hecho. Pueblo chico, infierno grande, como dice el dicho... Ningún diario hubiera contado la historia de Mónica como la narra en esta novela Iván Quimpos, que con su maravillosa sensibilidad nos permite leer las notas colgadas bajo la piel de cada personaje. Sentir las llagas que los incendios ahogados por dentro fueron dejando en cada uno. Comprender lógicas incomprensibles desde los dualismos simplistas en los que suelen caer las mentes y empatizar con las miserias que mantienen encendidas a las llamas de las atrocidades humanas. En esta historia, Mónica asesina brutalmente a Ramón, que es el único cadáver pero no lo único que ha muerto. En un pueblo con el tiempo detenido se comienza a sentir el acelerado sonido de las agujas del reloj. El tiempo apremia y, sin embargo, ya no existe. Las vidas se entrecruzan en un entramado de soledades y en la desesperación de la desesperanza se encuentran las verdades. Y es que detrás del titular está la historia que interpela. ¿Cuántos grises caben en una vida? ¿Cuántas brazas podés tragar antes de arder?