En este ejercicio (in)voluntario de Einöder de padecer la soledad metafísica en el exilio (encerrada, tal vez dentro de una botella de Klein), la escritura se vuelve metáfora de un yo como punto de partida para su diálogo con la realidad que la circunda y lo alimenta. El lenguaje, entonces, se torna fundamental porque es el vínculo orgánico entre dos realidades: la propia y la de la realidad en la cual el poeta es el centro y su sentido. A partir de allí eclosiona la poesía como un tránsito entre lo personal y lo social, entre el inconsciente personal y el colectivo, entre las imágenes de una sociedad y las imágenes propias de un poeta, entre la matria y la patria. La poesía, entonces, es la resultante de un sistema de correspondencias y el lenguaje como el doble del universo. William Johnston