Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se involucró en sucesivos conflictos bélicos en diferentes lugares del planeta. Aunque la excusa altruista siempre es ayudar al establecimiento de la democracia, lo cierto es que el país está conducido por el complejo militar-industrial, que necesita de la guerra perpetua para poder subsistir. Rehenes de estos intereses, distintos gobiertos, tanto demócratas como republicanos, se niegan a enfrentar esta tendencia porque implicaría un enorme costo político y económico. Un extraordinario análisis crítico del escenario internacional de uno de los principales internacionalistas de la región y un panorama apasionante de un mundo en el que la estabilidad de Estados Unidos se sostiene a costa de un planeta cada vez más inseguro y desordenado.