DISCURSOS

ROUSSEAU, JEAN JACQUES

“Si hubiera podido elegir el lugar de mi nacimiento, habría elegido una sociedad de una magnitud limitada por la extensión de las facultades humanas, es decir, por la posibilidad de ser bien gobernada, y donde cada uno al cumplir suficientemente su empleo, nadie habría estado obligado de encomendar a otros las funciones que estaban a su cargo; un Estado donde todos los particulares por conocerse entre ellos, no habrían podido sustraer a las miradas y al juicio del público las maniobras oscuras del vicio ni la modestia de la virtud, y donde esta buena costumbre de verse y de conocerse hace del amor a la patria el amor entre los ciudadanos, más que el amor a la tierra. Hubiera querido nacer en un país donde el soberano y el pueblo no pudiesen tener más que un solo y común interés, a fin de que todos los movimientos de la máquina no tendiesen más que al bien común; lo que no pudiendo lograse a menos que el pueblo y el soberano sean una misma persona, se sigue que habría querido nacer bajo un gobierno democrático sabiamente atemperado. Habría querido vivir y morir libre, es decir, de tal manera que nadie pudiese sacudir el honorable yugo. Ese yugo saludable y suave que las cabezas más altivas llevan más dócilmente en tanto no están hechas para llevar ningún otro. Hubiera querido que nadie en el Estado hubiese podido ponerse por encima de la ley, y que nadie desde fuera hubiese podido imponer una que el Estado estuviese obligado a reconocer. Pues cualquiera que fuese la constitución de un gobierno, si se hallase un solo hombre que no estuviese sometido a la ley, todos los otros estarían necesariamente a merced de él; y si hubiese un jefe nacional y otro jefe extranjero, cualquier partición de autoridad que pudiesen hacer, sería imposible que ni uno ni otro fuesen obedecidos y que el Estado estuviese bien gobernado.”

Jean-Jacques Rousseau

Editorial: CLARIDAD

ISBN: 9789506201777

UYU 890

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Descripción

“Si hubiera podido elegir el lugar de mi nacimiento, habría elegido una sociedad de una magnitud limitada por la extensión de las facultades humanas, es decir, por la posibilidad de ser bien gobernada, y donde cada uno al cumplir suficientemente su empleo, nadie habría estado obligado de encomendar a otros las funciones que estaban a su cargo; un Estado donde todos los particulares por conocerse entre ellos, no habrían podido sustraer a las miradas y al juicio del público las maniobras oscuras del vicio ni la modestia de la virtud, y donde esta buena costumbre de verse y de conocerse hace del amor a la patria el amor entre los ciudadanos, más que el amor a la tierra. Hubiera querido nacer en un país donde el soberano y el pueblo no pudiesen tener más que un solo y común interés, a fin de que todos los movimientos de la máquina no tendiesen más que al bien común; lo que no pudiendo lograse a menos que el pueblo y el soberano sean una misma persona, se sigue que habría querido nacer bajo un gobierno democrático sabiamente atemperado. Habría querido vivir y morir libre, es decir, de tal manera que nadie pudiese sacudir el honorable yugo. Ese yugo saludable y suave que las cabezas más altivas llevan más dócilmente en tanto no están hechas para llevar ningún otro. Hubiera querido que nadie en el Estado hubiese podido ponerse por encima de la ley, y que nadie desde fuera hubiese podido imponer una que el Estado estuviese obligado a reconocer. Pues cualquiera que fuese la constitución de un gobierno, si se hallase un solo hombre que no estuviese sometido a la ley, todos los otros estarían necesariamente a merced de él; y si hubiese un jefe nacional y otro jefe extranjero, cualquier partición de autoridad que pudiesen hacer, sería imposible que ni uno ni otro fuesen obedecidos y que el Estado estuviese bien gobernado.”

Jean-Jacques Rousseau

Editorial: CLARIDAD

ISBN: 9789506201777

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