El modelo freudiano del desarrollo libidinal, por su simplicidad, su carácter evocador, su proximidad con la observación directa, sus referencias inmediatas al cuerpo, al erotismo, a la madre, puede prestarse a las utilizaciones fáciles. Ni desde el punto de vista estructural ni desde el de la historia con sus singularidades, resulta pertinente pensar en términos de estadios universales del desarrollo libidinal, sino que se trata más bien de complejos, de momentos estructurales, de inscripciones y trascripciones. Brusset examina el estado actual de este problema, reclama cautela frente a un evolucionismo ingenuo y al uso de las fases libidinales como patrón de normatividad, integra consideraciones estructurales de la llamada segunda tópica, incluye referencias a la teoría de los vínculos en el psicoanálisis más reciente y traza una suerte de balance de las fases libidinales clásicas en los aspectos que han sido confirmados por la clínica psicoanalítica contemporánea.