Con su estilo característico, tan claro y lúcido como sugerente y provocador, John Gray señala hasta qué punto el concepto occidental de progreso y su visión lineal del tiempo y de la historia son deudores del cristianismo, por mucho que en los últimos siglos se los haya querido investir con el privilegio de lo racional, de lo cientifista. Todo pensamiento revolucionario, utópico, ha estado profundamente marcado por el pensamiento apocalíptico del cristianismo primitivo y medieval, que se resumía en la espera de los últimos días y de la llegada de un acontecimiento salvador que trajera la revelación. Y, por lo menos desde el Terror francés, los movimientos revolucionarios (ya se tratara de los anarquistas rusos, el bolchevismo, el nazismo ) se vieron casi siempre acompañados de un furor jacobino: para traer el nuevo reino había que destruir hasta sus cimientos el viejo mundo y aniquilar a todos aquellos que se opusieran al nuevo orden. Así, según la tesis de Gray, los más recientes herederos de ese fervor revolucionario y utópico han sido las huestes neoconservadoras, con Bush hijo (reconocido cristiano «renacido») a la cabeza. En una cruzada global contra el Mal, George W. Bush y sus aliados decidieron que debían salvar el mundo y que para ello era preciso exportar a todos los rincones de la Tierra, aunque fuera a base de bombas y mentiras, la democracia de corte neoliberal y el Mercado Libre. Así, el resultado de no querer comprender la complejidad del contexto, y limitarse a imponer las líneas puras, violentas y cortantes de la ideología, fue un caos mucho mayor que el anterior, en todos y cada uno de los lugares que se pretendía «salvar». Misa negra es, como todos los ensayos de John Gray, una lectura informada y apasionante, y también una lección de sabiduría y humildad.
Editorial: SEXTO PISO
ISBN: 9788416677474
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Con su estilo característico, tan claro y lúcido como sugerente y provocador, John Gray señala hasta qué punto el concepto occidental de progreso y su visión lineal del tiempo y de la historia son deudores del cristianismo, por mucho que en los últimos siglos se los haya querido investir con el privilegio de lo racional, de lo cientifista. Todo pensamiento revolucionario, utópico, ha estado profundamente marcado por el pensamiento apocalíptico del cristianismo primitivo y medieval, que se resumía en la espera de los últimos días y de la llegada de un acontecimiento salvador que trajera la revelación. Y, por lo menos desde el Terror francés, los movimientos revolucionarios (ya se tratara de los anarquistas rusos, el bolchevismo, el nazismo ) se vieron casi siempre acompañados de un furor jacobino: para traer el nuevo reino había que destruir hasta sus cimientos el viejo mundo y aniquilar a todos aquellos que se opusieran al nuevo orden. Así, según la tesis de Gray, los más recientes herederos de ese fervor revolucionario y utópico han sido las huestes neoconservadoras, con Bush hijo (reconocido cristiano «renacido») a la cabeza. En una cruzada global contra el Mal, George W. Bush y sus aliados decidieron que debían salvar el mundo y que para ello era preciso exportar a todos los rincones de la Tierra, aunque fuera a base de bombas y mentiras, la democracia de corte neoliberal y el Mercado Libre. Así, el resultado de no querer comprender la complejidad del contexto, y limitarse a imponer las líneas puras, violentas y cortantes de la ideología, fue un caos mucho mayor que el anterior, en todos y cada uno de los lugares que se pretendía «salvar». Misa negra es, como todos los ensayos de John Gray, una lectura informada y apasionante, y también una lección de sabiduría y humildad.
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