La poesía de Antonio Améndola tiene sus raíces en la poesía misma.

Salió a nutrirse en las propias frentes de la naturaleza en un imperativo intrínseco; para darnos con amplitud, lo que sabemos que es belleza, imaginación, compenetración; es tomar de ella las excelsitudes que nos brinda, es exaltación... - dolor y dicha, pero el poeta tiene el privilegio que da la inmanencia y el poder ofrecerlo en sultización.

Su producción es elaborada en proceso que se desarrolla paralelamente con su lucha económica, y se debe señalar que se expresa sin resentimientos, que pudieran salpicar la belleza de sus poemas y, cuando lo hace tocado por el dolor de la injusticia, lo logra impulsado por su numen.

Unió las noches de plenilunios, a los amaneceres y armonizó el paisaje a su intima emoción, en un panteísmo limpio.

Su temperamento erótico en lenguaje sensual nunca desciende a lo impuro y en convivencia de imagen y belleza expresa su tono - es decir, su amor y loa concepción de su ideal.

Poemas de luz, de belleza, de amor que han de perdurar en quienes se sientan tocados por la perennidad de la poesía, y, como la de este autor, con proyección a la universalidad.