No es solo un tema de invisibilidad lo que sufrimos los Silvas, también tuvimos que bancarnos cargadas en el liceo del estilo: A ver Silva, silbe o Silva, ¿vos silbás o chiflás? De la misma forma que aquellos poseedores de los apellidos más extravagantes que los más pícaros asociaban con juegos de palabras, pero en nuestro caso, sin ni siquiera disfrutar de la distinción de tener uno de tres o cuatro sílabas. A esta altura y luego de haber sufrido veintipico de años el peso de mi Carlos Silva a cuestas, al menos a nivel laboral conseguí adosarle un Ing. como prefijo que tal vez reduce en algo el universo de posibles homónimos. A veces, y a prepo, me agregan un Don que me hace sentir la vejez a la vuelta de la esquina. Pero en el fondo seguiré siendo siempre el mismo Carlos Silva desconocido e indistinguible, casi invisible, Si usted sufre lo mismo que yo, sabrá cómo manejarse, suerte y sepa que no está solo en este mundo.