El sello lúdico que atraviesa este libro avanza con una cadencia que atrapa al lirismo en tensión constante. Fuerza compositiva y pulso firme, sin renuncia al influjo de influencias, aquí el idioma repta o crepita. Una especie de oro entre las manos se proyecta a los ojos que lo leen, entre la mediación -el santo horror del descubrimiento de algo- y la búsqueda inquietante que decide entregarse y convivir con el destino de esa entrega. Si, como dice Borges, escribir un poema es ensayar una magia menor, aquí el mago se distrae o sucumbe con una intermitencia jubilosa. Libro como saeta que elude y da señales de ese algo sin descanso, un algo conquistado, a conquistar por quienes leen, cómplices inmediatos: fruto del regocijo o madurez del encuentro en las palabras.