Nathan Tabiz aprendió esa lección hace muchos años, igual que aprendió que el mundo más allá de las murallas del Sacro Reino de Daiva está lleno de demonios que codician el poder del tiempo y que el deber de los celestiales es protegerlo. Por eso sabe que jamás debe poner en marcha el Amuleto. Lleva toda la vida jurando que no lo hará: lo juró en cuanto llegó a sus manos, se lo ha jurado mil veces al dios al que sirve y otras mil, a sus amigos. Lo que nunca le ha dicho a nadie es todas las veces que ha querido romper su palabra: Cuando su madre murió. Cuando le nombraron Portador. Cuando dio su primer beso. Sí, Nathan Tabiz sabe que no debe usar el Amuleto. Lo que no sabe es que la persona de la que se ha enamorado morirá en tres días.