Con el nacimiento y popularización de YouTube en 2005, el video generado por el usuario se volvió un recurso común para la gente común. Los grandes realizadores de medios, televisoras y otros productores audiovisuales, tuvieron que compartir incrédulos el mercado con jóvenes que sin experiencia grababan prácticamente cualquier cosa sin consideraciones técnicas o estéticas, y sin respetar los formatos o duraciones establecidas por la industria. La posibilidad de realizar videos con recursos de bajo costo, a la mano o de fácil acceso permitió a las instituciones de educación superior y a sus actores educativos usar y producir videos para los cursos universitarios. Con la educación no presencial de emergencia para mitigar los contagios de la COVID-19, la docencia mediada por videoconferencia, la transmisión de conferencias en vivo, la visualización de videos de archivo, el envío de clips de video a través de mensajeros instantáneos o la producción de video para el enriquecimiento de las actividades académicas remotas renovaron la presencia del video como un medio de comunicación educativa en la Universidad. En el volumen nueve de la serie Háblame de TIC, presentamos catorce capítulos de colegas que, sin ser necesariamente expertos en TIC, comunicación o producción multimedia, tuvieron que incorporar recursos audiovisuales a sus clases y dinámicas académicas. En todos los textos el video es un elemento central de los análisis y de las experiencias que reportan los autores. La producción de video educativo –sincrónico o asincrónico, de corta o larga duración, producido o espontáneo– es una actividad que las instituciones de educación superior deben procurar y promover. Texto coordinado por Alberto Ramírez Martinell y Martha Elena Cuevas Gómez