Gracias a su trabajo de azafata, Anya viajó por muchos países del mundo y se nutrió de muchas culturas, pero dejó su profesión con la intención de convertirse en madre y

ocuparse de su familia. Después de varios tratamientos de fertilización asistida, finalmente quedó embarazada y todo indica que la alegría y el amor van a reinar de

nuevo en su matrimonio, después de tantos años de frustraciones. A los cuatro meses de gestación, Anya sufre una pérdida grave y termina en el hospital. Allí salvan su vida,

pero pierde a su beba y se entera de que ya no habrá otra oportunidad de gestar. Decepcionado y renuente a la idea de adoptar su esposo la deja. No es el fin de las tragedias: casi al mismo tiempo, la madre de Anya enferma de cáncer y muere. Lo único que le queda es la herencia que recibió de ella: una cadena de pastelerías al borde de la quiebra.Intenta rescatar el negocio de muchas maneras, pero ninguna es posible. Hasta que la mucama de su madre le hace una oferta.