“La educación tiene que ser creativa e innovadora”. Todos oímos este reclamo alguna vez, pero ¿cómo hacer? ¿De qué modo podemos acompañar las ganas de aprender de los chicos?
En Una que sepamos todos, la alegría es la clave para encender el entusiasmo por el aprendizaje, y el juego, la gran puerta de entrada para conectar con el espíritu inquieto y curioso de los chicos. Con chispa de humorista, talento de escritor y mucha experiencia docente, Luis Pescetti arma una bolsa de juglar repleta de juegos musicales, de animación y de lectura en voz alta para llevar al aula, el campamento, el club y a todas partes.
Las canciones que tararea la abuela, los juegos en la plaza, las historias de cuando papá era chico, los trabalenguas, las adivinanzas… Pescetti recupera en este libro la riqueza de esas voces que dejamos fuera de la escuela, pero que aportan un combustible vital imprescindible para el aprendizaje.
“Maestros, llenen sus alforjas de buenos juegos, de chistes, de palmas, de rimas y canciones. El viaje es largo, y como le sucede a quien llega a una nueva tierra, nos da seguridad que nuestros guías estén contentos con su tarea y tengan ánimo.” Esta es la invitación.