El grano de la voz reúne entrevistas concedidas por Roland Barthes desde 1962 hasta su muerte, en 1980, y realiza "una puesta en escena" de ideas, redes de lectura, desarrollos y combates de una poética teórica tan voluptuosa como subversiva. A lo largo de los textos Barthes discurre sobre la fotografía, el cine, sus hábitos de pensamiento y escritura, el haiku, Japón, los intelectuales, la crítica, la moda, la literatura de vanguardia. La anarquía de esta enumeración es sin embargo engañosa, porque Barthes argumenta con limpidez sus posiciones y esclarece conceptos, y en cada comentario se advierte su agudeza incomparable para desentrañar los discursos, los signos, los sentidos. No es exagerado decir que el libro puede abrirse al azar y que el encuentro fortuito con una frase o un párrafo cualesquiera se convierte en breve iluminación. "Sentía uno que Barthes podía generar ideas acerca de cualquier cosa. De ponerlo ante una caja de cigarros, se le ocurrían una, dos, muchas ideas: un pequeño ensayo. No era cuestión de conocimiento, sino de estar alerta, una transcripción minuciosa de lo que podía pensarse acerca de algo, una vez que nadara en la corriente de su atención. Siempre había alguna fina red de clasificación en que pudiera apresarse el fenómeno. Todos sus escritos son polémicos. Pero el impulso más profundo de su temperamento no era combativo. Era celebratorio. Fue un taxonomista del júbilo y del juego más serio posible de la mente. Era irresponsable, juguetón, formalista; hacía literatura en el acto de hablar de ella" (Susan Sontag, "Recordando a Barthes")