Por la época de nacimiento, pero sobre todo por la significación de su obra en la bisagra del pasaje secular del 1900, José Enrique Rodó suele ser incluido en una generación de intelectuales uruguayos postpositivistas, reticentes a inclinarse ante el molde cultural del cientificismo hasta entonces prevaleciente. Con frecuencia, su vida y su obra han sido identificadas con Ariel, texto que perdura en un lugar singular en la historia cultural latinoamericana y cuya brújula rectora sería la fragua de una nueva generación intelectual para América en amenazante mutación 'materialista'. A través de múltiples líneas interpretativas, las consecuencias de Ariel se reavivaron una y otra vez en disímiles generaciones del siglo XX americano, que captaron su nervio constituido alrededor de lo juvenil y lo intelectual. El camino de Paros, publicación póstuma recopilatoria de las crónicas enviadas a la revista porteña Caras y Caretas entre 1916 y 1917, recobra en varias ocasiones la escena originaria del pensamiento de Rodó y plasma los momentos últimos de la vida literaria del autor.

Desinterés de lo inmediato, una actitud de fláneur dispuesto a captar las vacilaciones de las cosas antes que las cosas mismas. Como un arielista encarnado en un cuerpo castigado pero vivo.