En las últimas décadas, los seres humanos hemos asistido a una ampliación de las fronteras de lo posible. Rápidos e irreversibles, los cambios avanzan en el mundo y sin pedir permiso se cuelan en nuestra cotidianidad. Todos los ámbitos de la vida humana han sido, de una u otra manera, atravesados por situaciones de cambio: la familia, el mundo del trabajo, la tecnología, las artes y las ciencias, concepciones, valores, hábitos... Inmersa en una situación de este tipo, la escuela afronta el desafío de una transformación que la obliga a repensar sus aportes, preservando los saberes y experiencias que considera valiosos, al mismo tiempo que generando espacios para nuevos campos del conocimiento y considerando nuevos modos de encarar los ya existentes. Todas las disciplinas que integran el currículo escolar se encuentran inmersas en sus propios cuestionamientos y reflexiones, cada una de ellas atendiendo sus características y particularidades..., y la educación plástica no permanece ajena a esta situación. Es por ello que preguntarse los para qué, los qué y los cómo de su enseñanza, lejos de ser una redundancia, propone resignificar objetivos, contenidos y metodologías de trabajo a la luz de las demandas que impone una realidad en profundo estado de cambio. El presente trabajo propone algunas reflexionesy aportes en torno a los alcances de la educación plástica en el contexto actual de la educación formal.