En las últimas décadas numerosos textos, documentos oficiales, discursos especializados y dispositivos técnicos han anunciado un viraje educativo desde la aparente hegemonía hacia la menos aparente diversidad. En ese pasaje habría una profunda renovación de las prácticas escolares, básicamente producido por el cambio de enfoque que pone en juego no ya el aprendizaje, el cuerpo y el comportamiento único, sino la multiplicidad y la diferenciación de formas de estar y de ser en el mundo escolar. Sin embargo cabe la duda de pensar si lo que está en juego no sea más bien una nueva retórica, matizada por eufemismos democráticos como el respeto, la tolerancia, la aceptación y el reconocimiento del otro, pero cuyas raíces y sentidos todavía debemos poner bajo sospecha. Este libro ha nacido de la inquietud que provocan cuestiones como las indicadas y de la sospecha compartida frente a los usuales abordajes de la identidad, la diferencia y la diversidad. También ha nacido de la voluntad de entrar en el juego de conmover y alterar el lenguaje con el que se piensa, dice y hace eso que se llama educación y educar.