Pese a los dispositivos que la oprimen, la infancia es juego, cadencia, ritmo, discontinuidad, imaginación y apertura. Es la anunciación del comienzo, un comienzo que convoca al tiempo de la emancipación. Sin embargo, también para quienes pretenden el disciplinamiento y el control de la vida, la infancia y la adolescencia constituyen una preocupación biopolítica central. El capitalismo conoce muy bien que allí es donde se incuba y se reproduce su poder, y por ello realiza ingentes esfuerzos para vigilar la construcción de la naciente subjetividad. Su arma estratégica es el discurso sobre la transmisión en el que la infancia está obligada a garantizar la prosecución del acontecer histórico. En esta segunda edición, ampliada, de El recreo de la infancia, Eduardo Bustelo desmonta ese discurso. La infancia como otro comienzo es la cuestión mayor y crucial que un proyecto abierto al futuro debe resolver para anunciar la libertad desde el nacimiento, el principio y la iniciación de la vida. En este alumbramiento, la primera señal presupone que la vida emergente representa una ruptura y también la posibilidad de una discontinuidad radical con lo existente. Si esta significación de la infancia puede ser sostenida políticamente, ello implica pensar en el re-creo de la infancia, en la infancia en su dimensión emancipadora.