El tema del tiempo es decisivo en la puesta a prueba del paradigma psicoanalítico. La autora, con respecto al tiempo en la cura y en la trasferencia, desecha la noción de una cronología extrínseca. Entra en resonancia con cierta idea posaristotélica donde el tiempo aparece como una cualidad esencial del movimiento. El tiempo psíquico procede sin descanso de la repetición de lo que no existe todavía realmente, o produce su propio antecedente repitiéndolo. En esto tiene un papel esencial el fantasma, cuya construcción en análisis es el camino para su parcial destitución. Al entrar en los tiempos de la trasferencia, pierde su carácter inmemorial; sólo lo construido podrá a su turno quedar deconstruido; al hacerse, se deshace. Si el destino del fantasma es distinto fuera que dentro de la cura, se debe a que en esta él entra de nuevo en los tiempos, relanzando sus juegos de permutaciones, sustituciones y conexiones, componiendo figuras en trasformación y no una escena coagulada. En todo momento este libro gira en torno de la vivencia de la práctica clínica y sus aspectos esenciales según Freud.