Lo femenino, una revolución sin fin gira en torno de la tesis acerca de lo femenino como "subversivo", "inalienable" e "incolonizable", atinada y liberadora para pensar la sociedad occidental actual y el futuro de sus luchas sociales.
La mujer nunca fue tan celebrada por los poetas, de Petrarca a Nerval, como cuando es o está inaccesible, idealizada, ausente o incluso muerta. Por el contrario, cuando mujeres vivas toman las calles y desempeñan un rol activo en la Revolución francesa, los historiadores no las mencionan. Los pechos desnudos más famosos de la historia de la pintura no son tanto los de una mujer como los de una alegoría, la Libertad que guía al pueblo. Objeto de deseo y factor de desorden, lo femenino es reprimido una y otra vez. A menudo, también, por las propias mujeres. Imposible de erradicar, lo femenino es alejado y soñado, velado o bloqueado. Todas las sociedades humanas, patriarcales en su mayoría, mitifican la feminidad para mantenerla a distancia con mayor facilidad. Mantener el orden es, en efecto, una función masculina.
Sin embargo, engendrado por el deseo, el desorden y todo lo que él trae consigo son también factores de evolución. ¿No es, acaso, el fermento del progreso? La historia, esta vez, no se equivocó: allí donde la opresión sufrida por las mujeres se atenuó, los hombres fueron más libres. ¿Quién se atrevería a representar la Libertad con rasgos masculinos?
En este ensayo singular, Gérard Pommier ofrece una exploración literaria y política de la feminidad en lo que tiene de poco domesticable y sedicioso.