El mar, ese desconocido. Debajo, monstruos, demonios y maravillas. Encima, los hombres, frágiles en sus pequeñas embarcaciones. ¡Pero los días de niebla, cuando el océano parece un espejo, uno puede imaginar todo tipo de barcos! Cada pueblo de mar traduce, a través de esas historias cortas, su relación con ese elemento tan extraño a los terrícolas. En el origen de esos cuentos hallamos el miedo de verse condenado un día a vagar por los océanos, con una tripulación de esqueletos y fantasmas. Tanto si se creen esas apariciones como si no, tanto si se atribuyen a un mal de ojo, a un espejismo, al cansancio o incluso a una realidad terrorífica, todas han condicionado a los hombres y su relación con el mar.