En un velero de ocho metros, Juan Antonio Martín Cuadrado soltó sus amarras del puerto de Aguadulce una mañana de octubre, quinientos años después de Colón y, como él, en busca de un sueño al otro lado del Atlántico. El reto inicial de Juan Antonio era demostrarse que era capaz de enfrentarse a solas con el mar. Sin embargo, a medida que fue avanzando la travesía ya lo único que le importaba era sentirse en armonía con el universo que le rodeaba, por hostil que en ocasiones éste pudiera mostrarse.