Cruzar el Atlántico es para muchos el sueño de su vida. Hacerlo en solitario añade un considerable plus de emoción. Y si el barco elegido es un mini – un pequeño cascarón de nuez e apenas 6,50 metros–, la aventura raya lo inconcebible. La Mini-Transat es todo eso y mucho más. Setenta solitarios –entre ellos siete españoles– se lanzan a regatear a través del océano en minis, sin motor auxiliar y sin muchos de los instrumentos electrónicos hoy considerados básicos en la mayoría de barcos. Los temporales del golfo de Vizcaya, el peligro de los mercantes, los alisios, las calmas y los fuertes chubascos ecuatoriales son algunos de los compañeros de viaje de estos intrépidos navegantes.