Elisabeth, emperatriz de Austria, reina de Hungría y Bohemia, fue sin duda una gran belleza, pero además una de las mujeres más cultas e interesantes de su época y, sobre todo, una persona que supo librarse de los prejuicios de su rango y tiempo. Elisabeth no había ambicionado el trono de los Habsburgo y, por no amarlo, nunca estuvo dispuesta a cumplir con lo que de una emperatriz se esperaba. Cada vez con mayor frecuencia huía de su "cárcel" vienesa, sin tener en cuenta las obligaciones para con su esposo, sus hijas y su único hijo varón, Rodolfo. En su progresivo aislamiento y distanciamiento de la realidad se parecía a su primo bávaro Luis II, para el que prácticamente no existía un límite entre el sueño y la existencia efectiva.